28 de noviembre de 2014


La llegada de Roberto Mancini al banquillo del Inter de Milán necesitaba de un aliciente que ilusionara a la hinchada neroazzurri. Su debut se propiciaba en el mejor de los escenarios: un derbi en San Siro ante el eterno rival. El Inter se quedó a medias, y dejó escapar con vida a un vecino en horas bajas. Cierto es que la situación que dejó Walter Mazzarri tampoco invitaba al optimismo en el Meazza, pero sellar el pase a dieciseisavos suponía la primera piedra de toque para el proyecto de Mancini.

No fue un partido excelso del Inter, más bien todo lo contrario. Errores, falta de intensidad y concentración, imprecisiones constantes... una tónica demasiado frecuente en la escuadra italiana durante los últimos años, y que terminó por pagar caro al cuarto de hora de la primera mitad. En un inicio prometedor de los de Mancini, con Icardi como figura emergente, el Inter fue diluyendo su efecto inicial como un azucarillo en agua, y terminó por ceder el balón al Dnipro, hasta que los ucranianos aprovecharon un error en la salida de balón neroazzurri para anotar el primer tanto. Ruslan Rotan traía la intranquilidad a las gradas del Giusseppe Meazza con un tanto tan inesperado como justiciero. El Inter, que empezaba a pagar su pasividad, encontró su momento crítico en el partido cuando Fredy Guarín cometió un penalti en el minuto 27 que hacía presagiar el enésimo esperpento de los milaneses ante su hinchada. Sin embargo, Yevhen Konoplyanka erró su lanzamiento ante Handanovic y el Inter despertó. 


Paradojas de este deporte llamado fútbol, la muerte prematura del Inter vino acompañada de su inesperada resurrección. Como no, con Samir Handanovic como protagonista. Pocos jugadores son tan fiables en un conjunto tan irregular. A buen seguro, que Mancini tomará buena nota de ello. La mano salvadora del esloveno terminó con Zdravko Kuzmanovic aprovechando un rechace tras la falta de Guarín que colocaría las tablas en el electrónico. La diosa Fortuna, tan caprichosa como siempre, se alió esta vez de lado de los locales. Aunque el Inter se empeñaba en vaticinar lo contrario, y especialmente Andrea Ranocchia, quien al inicio de la segunda mitad vio la tarjeta roja y dejó a su equipo contra las cuerdas.

Fue de nuevo en la peor adversidad cuando el Inter resurgió de las cenizas cual mito del ave Fénix y asestó el golpe que, a la postre, sería definitivo en el encuentro. Un excelente contragolpe de Hernandes terminó con Pablo Daniel Osvaldo perforando la portería rival. A falta de fútbol, buena es la fe. Y la suerte, por qué no decirlo. Y los hombres de Mancini tuvieron un camión de voluntad para remontar un partido imposible y, posteriormente, soportar las constantes embestidas de los ucranianos. Hasta tres veces sacarían el balón de la línea de gol los defensores interistas, que pusieron al Meazza con el corazón en un puño. Finalmente, los hombres de Myron Markevych no pudieron asentar la igualdad y los neroazzurri, con algo más que sangre, sudor y lágrimas, se llevaron el partido. Una lección de voluntad, y una enorme falta de fútbol. Mancini tendrá mucho que mejorar. Por lo pronto, el Inter sella su pase a los dieciseisavos de la UEFA Europa League. 

Redactado por David Gómez (@DavidGmez99)

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